La estrategia de los especuladores financieros con miras a sus intereses está determinada: reducción drástica del déficit público. Los gobiernos la han asumido aplicando brutales recortes en servicios públicos esenciales. La educación está siendo uno de estos servicios.
Los recortes presupuestarios en el sistema público educativo conllevan necesariamente reducción, deterioro de calidad y desprestigio del servicio. Si luego se insinúa que la calidad de la enseñanza pública es peor que la de la privada (ya se está haciendo) y se concluye que una gestión privada es más eficaz que una pública convirtiendo inmediatamente esta conclusión en axioma indiscutible, la privatización del servicio educativo está servida.
Lo que no se dice es que con estos recortes volveremos al truculento esquema de un sistema educativo dual: una educación de calidad para los que puedan pagarla y otra de menor nivel para los que no puedan hacerlo. Así quedaría recompuesto el viejo “orden educativo natural” consistente en excelencia y exclusividad educativa para los hijos de los acomodados económicamente y las cuatro reglas, una formación profesional acorde con inmediatas demandas del mercado laboral y poco más, para los demás.
La educación es un proceso básico para el desarrollo de cada persona. Por eso es un derecho fundamental. Y es por eso por lo que debe llegar a todos en las mejores condiciones posibles. Sólo un sistema público bajo los parámetros de equidad, integración y calidad está en condiciones de ofrecer igualdad de oportunidades a todos y para todos. Por eso sigo defendiéndolo.
Pero la educación es también un eficacísimo factor de movilidad social, quizás el más potente. Por eso también sigo reclamando hoy un sistema educativo público que permita que pueda llegar también a la Universidad el nieto del jornalero del campo o la hija del obrero de la construcción si tienen capacidad intelectual para ello. Que la condición económica y social de cada persona no sea un obstáculo para alcanzar el nivel educativo y la relevancia social para el que esté capacitado. Y eso sólo puede conseguirse con un sistema educativo público, equitativo, compensador y bien dotado. Por eso sigo defendiendo también hoy la educación pública. Lo demás son sólo intereses privados y negocio de unos cuantos. Que no nos confundan.